Cali, Valle del Cauca
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Hace muchos años un famoso escritor francés, dramaturgo y poeta escribió algunas palabras que no han podido ser más ciertas y que aún más de 100 años después de su muerte, siguen vigentes. Las palabras de Ernest Legouvé, entre otros temas, describieron en vinculo y la relación que hay entre dos hermanos, afirmó que “un hermano es un amigo que nos da la naturaleza”; si bien la frase no aplica como una generalidad en todos los casos, sí es el caso de Carolina Rodríguez y su hermano.
La relación entre hermanos connota también, además de la confianza, una gran responsabilidad, en especial para el hermano mayor, quien siempre debe brindar fortaleza, tranquilidad y sobre todo, enseñar con el ejemplo; tal responsabilidad es la que recae en Carolina, una estudiante de 21 años de ingeniería de control en la Universidad de Antioquia, quien es la primera hija de una familia de cuatro.
El hermano de Carolina, Santiago, de 17 años, siempre ha sido, según cuenta, el travieso de la casa, afirma que recuerda con mucha nostalgia y sentimiento, cuando su hermanito la molestaba todo el día, todos los días y en ese momento a ella le daba rabia. “En un video familiar aparece él molestándome, jalándome el cabello y yo me molestaba; pero en este momento, cuando veo en retrospectiva todo lo que pasó en nuestra vida, entiendo que era yo esa persona en quien él veía un apoyo y en quien buscar atención. Hoy valoro mucho más las conversaciones que tengo con él en la noche y esta relación tan linda que tenemos se forjó gracias a todas esas experiencias que vivimos; mi mamá dice que yo soy como su segunda mamá porque yo lo aconsejo mucho y ese tiempo con él vale oro”, afirmó Carolina.
Para Carolina, Santiago es una de sus principales motivaciones para seguir adelante, cuenta que mientras crecieron no tuvieron lujos, pero sus papás se esforzaron mucho por brindarles lo mejor que pudieron. Algunas experiencias de su vida, le han brindado las herramientas para hoy aconsejar a su hermano desde lo vivido, y valorar, aún más, el esfuerzo que hacen sus papás para que ella culmine sus estudios profesionales.
Recuerda con nostalgia y aún con un tono nervioso, uno de los momentos cumbre de su vida, cuando a sus 11 años la situación económica se complicó y tuvo que pasar de estudiar en un colegio femenino y religioso, a uno público. Para Carolina este episodio marcó el inicio de una nueva etapa de crecimiento y desarrollo que le permitió aprender a relacionarse con niños, conocer nuevos contextos y ver que más allá de las aulas estrictas del colegio de monjas y el delantal para no ensuciar el uniforme, había mucho más, se quitó muchos prejuicios de encima.
“Esa noche no pude dormir bien, la idea de que entraría a un colegio público, en el que además habría niños, me producía tantos nervios, que esa tal vez fue una de las noches más largas de mi vida. Cuando llegó la hora de ir al colegio, ni siquiera tenía uniforme, entonces tuve que ir con ropa normal para acentuar aún más que yo era la nueva del salón. Llegué al colegio, y en medio de un manojo de nervios y una lluvia de ideas y pensamientos que me atormentaban, me llevaron a mi salón, cuando entré me hicieron la presentación en frente de todo el curso y la pena fue mayor. Me senté en una silla y de inmediato me rodearon todas las niñas del salón para preguntarme de dónde venía, cuántos años tenía, a decirme que tenía una cara muy linda y sencillita y que mi cabello era muy lindo. Sin lugar a dudas, de los momentos más incomodos de mi vida, pero de esos que le agradeces a la Dios por haberte permitido vivirlos, aprendí mucho y haber estudiado en un colegio como este, es una parte clave de lo que soy hoy”, dijo Carolina.
En décimo, Carolina empezó una relación con quien hoy es su novio, otra de las personas importantes en su vida pues además de mostrarle la magia de expresar el cariño de forma física, algo que sus papás poco hacían, la acompañó en una de las etapas más difíciles de su vida, cuando tuvo depresión entre los 14 y los 16. El novio de Carolina también es estudiante de ingeniería y espera construir una empresa, una que, en palabras de Carolina, “él la va a crear, pero seré yo quien la dirija porque yo tengo ese instinto de líder innata y eso él lo sabe”.
Carolina sueña con finalizar sus estudios profesionales y ser una gran profesional en su área para que su hermano siga sus pasos; además, de la mano de su novio, esperan construir poco a poco, una de las empresas líderes en ingeniería del país. Con el tiempo, espera poder dedicarse a su arte, uno que, si bien por ahora no le dedica mucho tiempo, sí espera poder desarrollar más en el futuro a largo plazo; Carolina quiere tener una casa de retiro a la que pueda ir a pintar cuando lo considere necesario para su tranquilidad y paz emocional.
Con el apoyo del Banco de Bogotá por medio del programa Juan María Robledo, Carolina está un paso más cerca de cumplir su meta como profesional, como hermana y como hija. Afirma que contar con el apoyo de una entidad como el banco, es un reconocimiento a su constancia académica y abre las puertas a que más jóvenes del país sigan creyendo en que los sueños sí se pueden lograr.